Elías

30.Oct.2012 / 07:01 pm / Haga un comentario

Extracto de una entrevista realizada por la periodista Osjanny Montero

Humildad, honestidad y reflexión política son valores que definen la personalidad de Elías Jaua Milano, un hombre que además de ocupar cargos políticos desde temprana edad, atesora una convivencia familiar cargada de anécdotas y un orgullo multiplicado por ser mirandino de nacimiento, formación y corazón. Conversar con él no es tarea fácil pues siempre está a la espera de la siguiente pregunta.

“Yo nací en Caucagua, por una cuestión médica de traslado, porque el pueblo de mis padres es San José de Barlovento. Mi mamá es llanera, pero se vino de maestra rural a Barlovento y allí conoció a mi padre. Viví en Higuerote, en Los Teques… siempre he vivido en Miranda” asoman sus recuerdos que afloran rápido cuando van marcados con la palabra familia.

De madre docente, estudió en la Escuela Básica Gabriel Emilio Múñoz y en cel Liceo Rafael Arévalo González de Higuerote, tras convivir sus primeros cinco años en la capital mirandina de Los Teques, terruño que rememora así:

“Era una ciudad muy bonita porque la recuerdo apacible (…) desde las cuatro de la tarde había neblina, estaba la cultura de visitar la plaza, el parque infantil ‘Los Coquitos’. La ciudad que yo recuerdo es la de las fresas, los agricultores…”.

Y al evocar el parque sus ojos alcanzan una amabilidad espontánea que adquiere forma de travesura infantil y por tanto inocente: “Una vez me perdí en ‘Los Coquitos’ y estuvieron toda la tarde buscándome. Yo estaba en una montañita, agazapadito, llorando porque llegué a un punto en el que no pude avanzar por temor”, recuerda el hoy hombre de 42 años.

De la fría capital de Miranda, su familia se trasladó a la calidez de Higuerote debido a un cuadro asmático que le diagnosticaron al pequeño Elías. De allí a la tumultuosa Caracas, y de ésta al fresco Sebucán mirandino, donde actualmente vive con su esposa e hija.

“Natasha y Natalia, de 10 años, son parte de mi vida. Ellas han asimilado esta dura vida y se han involucrado en la política para acompañarme. Natalia ya tiene nociones políticas y aunque no le guste mucho el ‘bululú’, asume como un deber acompañar a su papá. El asiento de un verdadero revolucionario es su familia”, apunta el orgulloso esposo y padre comprometido.

Aunque el tiempo libre está casi ausente en su diario vivir, intenta involucrar a su familia en las actividades cotidianas de su apretada agenda política. Así, mientras ocupó el cargo de ministro de Agricultura y Tierras su pequeña Natalia exploraba el campo de su mano:

“La llevaba a montar a caballos, a ordeñar vacas y eso para un niño es motivo de alegría. Para mí es muy importante lograr esos espacios de calidad con mi familia”, relata.

Ese gusto por el campo retorna de vez en vez, cuando hay un fin de semana libre, que se transforma en la ocasión para la faena llanera o para las costas de Barlovento, Ocumare o Higuerote; destinos preferidos por la familia.

La política lo embarga, lo nutre y también refresca sus horas libres cuando el verso del poeta chileno Pablo Neruda se pinta en sus ojos claros. “Poetas como Mario Benedetti, Eduardo Galeano y Neruda son mis predilectos, siempre acudo a ellos para refrescar el alma y el corazón”.

La sensibilidad que acompaña su ideología, apostada desde inicios a la izquierda, floreció por allá en sus tiempos estudiantiles de bachillerato cuando apenas tenía 13 años de edad.

Era 1983 y el país atravesaba un profundo deterioro social, político y económico. Había represión estudiantil, los llamados créditos indexados, la iniciativa de privatizar las matriculas universitarias y el pasaje estudiantil exhortaron al muchacho a incorporarse al movimiento juvenil que comenzaba a emerger.

“Me vine a la Universidad Central de Venezuela (UCV) y comencé a activar, con mucha fuerza, el movimiento estudiantil nacional para evitar que el país se siguiera hundiendo. En ese momento pensábamos que la movilización nuestra iba a cambiar las cosas, pero recibimos como respuesta la represión, el asesinato de estudiantes amigos. Eso nos llevó a la conclusión de que en Venezuela no había una democracia. Era necesario hacer una revolución”, explica.

Esas ansías por revolución lo llevaron a decidir Sociología como carrera universitaria que le “permitiera cambiar al mundo. En este caso el mundo era nuestro país” resalta quien ocupó por dos años la presidencia del Centre de Estudiantes de la Escuela de Sociología de la UCV.

En vista de la represión, el joven Jaua y sus compañeros de la escuela deciden adentrarse en las zonas populares del país con jornadas médicas, educativas, culturales y deportivas que despertaran la conciencia social en las personas.

“De los dos años que estuve al frente (del centro de estudiantes) me siento orgulloso de haber levantado mi mano, mi voz y mi conciencia para evitar que siguieran destruyendo a nuestro país. El centro de estudiante era una vocería para llegar a medios de comunicación, para hacer asambleas y expresar en nombre de la universidad la superación del régimen de exclusión” dice convencido el hombre que desmenuza un pedazo de carne tras largos minutos de conversación.

“Nosotros luchábamos por la defensa de la soberanía e independencia nacional de nuestra industria petrolera, que ahora nos pertenece a todos los venezolanos. Estábamos en contra de la privatización de empresas del Estado y ahora vemos cómo se ha revertido: ahora Sidor, Cantv, líneas aéreas y otras son nuestras. Tenemos derecho a la alimentación y a la educación y salud gratuitas. ¡Venezuela es ahora un país con libertades plenas, es un país rodeado de pueblo!”, exclama orgulloso el hombre con 29 años dedicados a las luchas sociales.

La lucha por el bienestar colectivo ha significado para Elías una línea recta sin sinuosidades desde la adolescencia, la universidad, la Asamblea Nacional Constituyente, y los altos cargos que ha ocupado en el gobierno bolivariano.

Hombre de acción y resultados, de pensamiento claro, de principios y leal, se ha hecho merecedor de la confianza de Hugo Chávez.

 

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